"Yo
soy más guaireño que La Guaira, todo lo que he hecho, si es que he hecho algo,
lo he hecho en La Guaira. Esta vida, su gente, su cotidianidad es lo que
muestro en mis letras. Si Dios le da un don a uno, éste debe compartirse con
otras personas, eso es lo que he hecho con los niños y jóvenes. Por supuesto yo
agradezco lo que me reconocen".
Cruz
Felipe Iriarte
Músico.
Guaireño. Maestro. Flux. Sombrero. Como si de armar un rompecabezas se tratara,
para los varguenses estas cinco palabras solo pueden dibujar a un personaje
emblemático, orgullo de la idiosincrasia local y un baluarte de la cultura
popular: el desaparecido compositor y maestro Cruz Felipe Iriarte, promotor de
un sinnúmero de corales, estudiantinas y orfeones, responsable de la formación
musical de por lo menos cuatro generaciones de varguenses y poseedor de un don
de gente, sencillez y sentido del humor, heredados del abolengo de su musa: La
Guaira colonial.
Todo esto hace de Iriarte un personaje que
traspasa lo terrenal. Su figura, su porte y hasta su diáfana sonrisa serán por
siempre el sello musical de Vargas para el mundo.
Nacido en la capital de la entidad costera
el 14 de septiembre de 1922 y bautizado como Luis Felipe, su infancia transcurrió
en el barrio Ballajá, pero desde el primer momento se le llamó Cruz, dejando el
Luis sólo para los documentos oficiales.
Sus
inicios artísticos se remontan a 1940, cuando comenzó su formación musical con
hombres de la talla de Juan Bautista Marcano, Vicente Emilio Sojo, Antonio
Estévez y Salvador Llamozas.
A partir de la educación musical, comienzan
sus satisfacciones. Compone Juana y José, El Guaireño, Hortensia, Esto es La Guaira,
El Frutero, Esperanza, Creí, Te amé, Imposible, Lagrimas Tristes y El Negrito
Juan.
Se aboca a la formación y dirección de orfeones, corales y estudiantinas,
mientras que su actividad como pedagogo le permitió impartir sus conocimientos
en las escuelas municipales y privadas del estado Vargas.
Su legado
artístico así como su don de gente fue reconocido por el pueblo varguense
mientras el Maestro Iriarte estuvo con vida, pues fue enaltecido con el bautizo
de salas de teatros y centro culturales que llevan su nombre.
En diversas entrevistas y reportajes, el
maestro Iriarte
reveló los hechos que le llenaban de orgullo en su prolífica carrera: los
centenares de alumnos que pasaron por su voz formadora y que aun lo saludaban
en la calle llamándole maestro; el
doctorado Honoris Causa que le confirió la Universidad Marítima del Caribe en
2008 y la reivindicación como patrimonio viviente de la música que le otorgó el
Ministerio de la Cultura en 2010.
El último homenaje que disfrutó fue a
mediados de abril de 2012, cuando un centenar de músicos, agrupados en 11
orquestas típicas, entonaron sus piezas, en la Sala José Félix Ribas, del
Teatro Teresa Carreño.
En aquella oportunidad el director
ejecutivo de la Fundación Vicente Emilio Sojo, Ignacio Barreto, expresó
que Iriarte era "un trabajador incansable tanto de las orquestas típicas
como de la formación musical de los jóvenes del estado Vargas".
El 17 de mayo de 2012, el flux y el
sombrero, así como la sonrisa y la musicalidad de Iriarte decidieron reposar.
Pero su música sigue sonando en las estudiantinas, orfeones y grupos,
inmortalizando para siempre su legado.
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